En 1907 Nueva Zelanda quedó designada oficialmente como dominio del Imperio Británico, aunque su forma de gobierno permaneció inalterable. Los conservadores agrupados en el Partido de la Reforma, alcanzaron el poder una vez más en 1912. Durante la I Guerra Mundial, la coalición reformista-liberal gobernó el país, mientras que 124.211 neozelandeses engrosaron las listas de las Fuerzas Armadas británicas. Estas tropas lucharon en Egipto y en la campaña de Gallípoli de 1915; los Australian y New Zealand Army Corps, fueron popularmente conocidos como divisiones Anzac.
En 1916, las unidades neozelandesas, organizadas como división separada, llegaron a Francia para luchar en la batalla del Somme, y el cuerpo de fusileros sirvió más tarde en la campaña de Palestina. Nueva Zelanda perdió más de 16.000 hombres en la guerra y otros 400.000 fueron heridos. No obstante, la I Guerra Mundial contribuyó a generar un nuevo espíritu nacionalista.
El colapso de la explosión especulativa del terreno que floreció tras la guerra fue una causa importante de la recesión económica de 1921 a 1926 que se agravaron con la depresión mundial que comenzó en 1930.
En las elecciones parlamentarias de 1935, el Partido Laborista consiguió mayoría absoluta sobre el Partido Nacionalista, formado en 1913 al fusionarse los partidos Liberal y Reformista. El nuevo gobierno, presidido por Michael Joseph Savage, nacionalizó algunos sectores de la economía e instituyó un completo sistema del Estado del Bienestar.
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