La mayor parte de la rica tradición oral del pueblo maorí la recogieron los eruditos europeos a finales del siglo XIX, conscientes de que este pueblo estaba abocado a la desaparición como resultado de las guerras y enfermedades traídas del continente. Algunas de las leyendas más importantes fueron publicadas entonces, y de la misma forma que se cuenta la historia de los maoríes —el dios hombre que pescó la isla del Norte del mar—, todas ellas entraron a formar parte de la conciencia nacional. Casi todo el material literario quedó agrupado en las bibliotecas y se consideró un emblema del archivo histórico.
La contribución maorí al desarrollo de la principal corriente literaria de la Nueva Zelanda poscolonial no fue muy significativa hasta mediados de la década de 1960. Jaqueline Sturn, en 1966, fue la primera escritora maorí que apareció en la antología de escritores neozelandeses. Dos años antes, el gran poeta Hone Tuwhare había publicado su primera colección, Un sol poco común.
El éxito de los novelistas Witi Ihimaera y Patricia Grace durante la década de 1970, fue la confirmación a lo que los escritores maoríes ya habían establecido por sí mismos en la línea del género literario moderno. Keri Hulmes fue probablemente el escritor maorí más conocido fuera de su país. Su novela, El pueblo hueso, ganó el premio Booker de la Academia Británica de las Letras en 1985. Como la mayoría de los escritores maoríes modernos, el inglés de Hulme y sus expresiones literarias se ciñen al talante europeo.
Sin embargo, desde hace unos pocos años, se está experimentando un crecimiento de escritores que utilizan la lengua maorí y formas tradicionales de expresión en sus descripciones, provocado en parte por el redescubrimiento de las formas clásicas de la poesía maorí, por parte de los propios maoríes y otros eruditos en su búsqueda de documentos descriptivos del siglo XIX.
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