El Partido Laborista reanudó el ejercicio del poder tras las elecciones generales de noviembre de 1957. Su ascensión coincidió con el comienzo de la crisis económica que caracterizó la década de 1960 y que fue debida, en parte, a la reducción de los beneficios procedentes de la exportación. El Partido Nacional volvió al poder en 1960 y bajo la dirección del primer ministro Keith J. Holyoake, mantuvo la mayoría de los votos hasta 1966. El negativo balance económico y la inflación hicieron que el gobierno de Holyoake adoptara políticas de control económico establecidas anteriormente por los laboristas. A principios de 1972 Holyoake se retiró.
En noviembre, los laboristas dirigidos por Norman Eric Kirk vencieron por abrumadora mayoría en las elecciones, y su dirigente fue nombrado primer ministro. En 1973 Kirk y el primer ministro australiano, Gough Whitlam acordaron la cooperación entre ambos países para la mejora de sus respectivas economías. Esta actitud se debió, en parte, a la integración del Reino Unido en la Comunidad Europea, que se hizo efectiva a principios de año. En ese mismo año, Nueva Zelanda estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Cuando Kirk murió en 1974, Wallace Edward Rowling le sucedió en la jefatura del gobierno. En 1975, el Partido Nacional volvió al poder bajo la dirección de Robert Muldoon, quien fue reelegido durante un breve periodo de dos años, entre 1978 y 1981. Muldoon intentó, sin demasiado éxito, arreglar los cada vez más graves problemas económicos de Nueva Zelanda. Las elecciones de 1984 devolvieron el control del Parlamento al Partido Laborista, encabezado por David Lange. Bajo su gobierno se iniciaron grandes reformas económicas y se redujo el control estatal sobre la economía y las barreras arancelarias. Aunque muchas de sus medidas contaron con la desaprobación popular, el gobierno laborista volvió a ganar las elecciones de 1987. Conocedor del precario estado de su salud, Lange dimitió en 1989 y le sucedió Geoffrey Palmer. En septiembre de 1990, las diferencias internas de un partido cada vez menos popular, provocaron que Palmer dimitiera en favor de Michael Moore. En las elecciones de octubre, en las que se luchó principalmente contra las premisas económicas de la oposición, los laboristas fueron derrotados por el Partido Nacional, dirigido por James Bolger.
El gobierno de Bolger llevó a cabo un más amplio proceso de reforma, ampliando la privatización de las industrias estatales e imponiendo fuertes reducciones en los servicios de bienestar social. Contó con una dura oposición a todas estas medidas políticas y, en 1992, los neozelandeses votaron en referéndum el cambio del sistema electoral por un sistema proporcional mixto que incrementaría el poder de los partidos minoritarios del país. El cambio se confirmó en el referéndum de 1993, que coincidió con unas elecciones generales.
El gobierno Bolger sobrevivió, pero sólo por mayoría simple. Varios miembros abandonaron el Partido Nacional en septiembre de 1994 para fundar un partido de centro-derecha con el que Bolger tuvo que formar coalición para conservar su mayoría parlamentaria. El sistema de reforma electoral fue incorporado en las elecciones generales de 1996.
En estas elecciones, además de una alta participación, se produjo un vuelco en la situación política neozelandesa: el Partido Nacional obtuvo el mayor número de votos y de escaños (44), pero no la mayoría absoluta; el Partido Laborista logró 37 escaños y quedó en segundo lugar. Con estos resultados, la novedad no fue la falta de un claro vencedor, sino el surgimiento de una fuerza política, denominada Nueva Zelanda Primero, de carácter nacionalista y populista, que con 17 escaños se convirtió en el verdadero árbitro de la situación. La nueva ley electoral permitió, además, la entrada de otros partidos minoritarios, tanto de derechas como de izquierdas.
Tras varias conversaciones, se formó un gobierno de coalición entre el Partido Nacional, dirigido por James Bolger, y Nueva Zelanda Primero, de Winston Peters.
En noviembre de 1997 Jenny Shipley, antigua ministra de Bienestar Social, se convirtió en la primera mujer que accedía al cargo de primera ministra en la historia de Nueva Zelanda.
El nombramiento fue aprobado por el Partido Nacional, en el poder, después de una larga negociación con Jim Bolger, que había dimitido de sus cargos de responsabilidad en el gobierno y en el partido (al frente del cual llevaba 12 años) tras haber perdido la confianza de sus allegados ante el desafío lanzado por Shipley, una firme rival de la labor de gobierno desarrollada por el dimisionario primer ministro.
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