Nueva Zelanda tiene una biota notable y aproximadamente el 75% de las especies son endémicas.
Sus recursos naturales, en el pasado abundantes, han estado bajo presión desde la primera colonización conocida de seres humanos, con la llegada de los antepasados de los maoríes.
La cultura europea aceleró el declive de muchas especies, diezmó casi todos los bosques de kauri y acabó con especies que habían sido abundantes como el moa, un ave gigantesca similar al avestruz. La mayoría de los bosques originales de Nueva Zelanda han desaparecido y la superficie de bosque del país ronda ahora el 29,7%, si bien gran parte de ella ha sido poblada con coníferas importadas tanto en bosques comerciales como en zonas de malezas.
Nueva Zelanda genera el grueso de su energía a partir de recursos hidroeléctricos debido a sus numerosas corrientes de montaña. Utiliza en menor medida los combustibles fósiles.
Su paisaje con gran actividad volcánica ha permitido que la energía geotérmica adquiriera una moderada importancia. Al contrario de muchos otros países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el suministro de energía por unidad de producto nacional bruto (PNB) está en aumento desde 1970.
Al igual que en otras áreas urbanas del mundo, la contaminación industrial y por automóviles en Auckland, que es la principal ciudad, es un problema, si bien las concentraciones de contaminantes como el dióxido de azufre han descendido significativamente entre 1980 y 1990. Además la agricultura juega un papel relativamente importante, y el índice que refleja el uso de fertilizantes y pesticidas está entre los más altos del mundo.
En 1987, la administración de programas de conservación en Nueva Zelanda creó un sistema más eficiente y con gestión centralizada, además de ampliar la superficie protegida. Los nativos maorí e kiwi participan de las decisiones políticas.
Actualmente cerca de un 24,4% (2003) del país está protegido, distribuido entre varios parques nacionales y numerosas reservas de otro tipo. Se han designado dos reservas bajo los auspicios del Convenio sobre el Patrimonio de la Humanidad, y se han declarado cinco áreas de humedales protegidos bajo el Convenio de Ramsar. La política del gobierno de Nueva Zelanda es asegurar una utilización sostenible de los recursos naturales.
Las amenazas más serias a la ecología de Nueva Zelanda provienen de las especies importadas. Se han introducido unas 2.000 especies exóticas, incluidas al menos 30 especies de aves, 20 especies de mamíferos, además de numerosas especies de avispas europeas y abejas. Los animales exóticos más problemáticos son los falangeros y las cabras salvajes. Las plantas introducidas rivalizan en número con las especies nativas conocidas. Las coníferas exóticas actúan como invasoras en algunas zonas y están desplazando rápidamente a la flora nativa.
Nueva Zelanda es un país medioambientalmente activo en el océano Pacífico sur, y participa en varios acuerdos de conservación importantes, especialmente los relativos a la vida marina. Entre otros acuerdos medioambientales internacionales ratificados figuran el Protocolo Medioambiental del Antártico, el Tratado del Antártico y convenios relativos a biodiversidad, cambios climáticos, especies en peligro de extinción, cambios medioambientales, residuos peligrosos, vertidos marinos, prohibición de realizar ensayos nucleares, capa de ozono, madera tropical (1983), humedales y caza de ballenas.
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